RSS

Archivos Mensuales: julio 2012

Imagen

Toallas ecológicas (crónica de usuaria)

Toallas ecológicas

Para empezar, debo aclarar que soy una ecologista novata, en ciernes… aprendiz de ecologista. Todo empezó cuando fui a vivir con mi novio cuasi vegetariano a su preciosísima casa de adobe, en el campo, cerca de Quito, Ecuador. Comencé cuidando una maceta, y luego otra y después otra. Como me gusta la cocina, se me ocurrió aprovechar tanto terreno para sembrar un huerto orgánico (esa es otra historia, porque al inicio no me fue tan en mi cultivo y ahora no sé que hacer con tanta cosecha y me toca andar de santa Teresita de Calcuta) ¡Eso de pasar de ser escritora a ecologista es una cosa muy peliaguda!)

Por acompañar a mi guapísimo novio, en lugar de ir a restaurantes o a centros comerciales, empecé a dedicar mis fines de semanas y feriados a las montañas y selvas. Y para rematar mi camino hacia el ecologismo, ¡me compré un perro!  Se llama Mackenzy, y antes de él, yo no había tenido ningún perro que me ladrara; y es más, odiaba a los perros que me ladraban y mucho más a los que se les ocurría lamerme las orejas o el cachete. Ahora babeo por las babas de Mackenzy.

Es decir que fueron las espinacas, acelgas y Mackenzy los que me llevaron al camino ecologista. Y en una cafetería orgánica y verde de Quito -llamada  Garden´s,- compré un paquete de toallas higiénicas femeninas ecológicas.

Mi primer error fue comprarlas un día en que solo estaba el chef de la cafetería: un muchacho joven y amigable, que sin embargo se puso nervioso cuando le pedí un paquete de esas cosas femeninas.

El pobre no sabía cuáles eran para flujo abundante o liviano o protectores… Y miraba uno y otro paquete, con cara de despiste y algo de vergüenza. Como entraron más hombres al local, y no quería ser yo la avergonzada, tomé el primer paquete que alcancé, lo pagué y me fui con mi sonrojo a otro lado.

Las explicaciones del papelito que venía adentro no fueron suficientes. Era obvio que había que meter las toallas dentro de las «lunas» (o contenedores de tela), pero ¿para qué lado me las colocaba? Las lunas tienen un lado blanco y un lado de alguna tela colorida. Yo tomé justo la opción incorrecta de colocar el lado colorido al contacto con mi piel, porque pensé que así la mancha no se notaría mucho. Además, como la abertura por donde se introducen las toallas no cerraba bien, pensé que la cuestión era que el flujo llegara más rápidamente a las toallas interiores.

Como no me resultaron cómodas las famosas «toallas» ecológicas, acudí a hablar cara a cara con una de las promotoras -en la cafetería Garden´s, un miércoles por la tarde- que me explicó bien el asunto. Uno debe poner las toallas por la abertura que está en el lado colorido de la «luna», pero la piel queda en contacto con la parte blanca y suave. Ok. Entendido.

El asunto del lavado me resultó más fácil de lo esperado. Pero toma tiempo y paciencia. Primero, las «lunas» y toallas, ya usadas, se dejan una noche en agua fría. Luego se lavan con algún jabón biodegradable (si la intención es usar el agua llena de nutrientes de tu periodo, regando las plantitas).

Si las manchas persisten, les pones un poco de jabón y las dejas a pleno sol. Por la promotora de las «lunas», me enteré de que el sol es un buen quita manchas. Y es verdad. Después de puestas al sol, se vuelven a lavar y se secan normalmente.

La promotora dice que con el uso de las «lunas», que no contienen productos químicos, el sangrado es cada vez menor o menos fuerte, y el lavado es más fácil.

Ellas creen -no sé si tienen pruebas- que las toallas comerciales provocan que la menstruación dure más días. El uso de la «lunas» aminora el tiempo. Solo las he usado dos meses, así que no puedo ser objeto de investigación. Ya les contaré.

He usado el agua en que he lavado las «lunas» y las toallitas, y puedo asegurar que, por lo menos, mis plantas no se han muerto, Lo juro ante una Biblia.

También puedo jurarles que un paquete de tres «lunas» con seis toallitas para poner dentro me costó $18 dólares. Es decir, bastante caro. Comprendo que cada «luna» se hace a mano, y hay que cortar las telas, cocerlas, darles los acabados, hacer los empaques -de tela también-, promocionar, comercializar…  Pero las toallas me parecieron costosas porque una mujer en su periodo necesita por lo menos tres toallas diarias.

Estas toallas ecológicas necesitan todo un proceso de lavado, que dura unos dos días como mínimo. Es decir que si usted tiene un periodo de cuatro días, necesitaría por lo menos tres paquetes de $18. Es decir, necesita una inversión de  $54 dólares.  Mi economía no me da para tanta ecología.

Claro que si, como explican sus promotoras, sumamos la cantidad de dinero que la mujer gasta al mes en sus toallas de plástico, con la opción ecológicas se ahorra dinero. Eso parece. Solo parece.

Yo gastaba, exagerando mucho, $3 mensuales. Es decir que en un año y medio habré amortizado mi inversión en las toallas ecológicas. Pero sus promotoras dicen que las «lunas» bien cuidadas duran solo dos años (la vida útil de las toallitas que van por dentro es mucho menor, y hay que comprarlas aparte). Es decir que en dos años, usted se ahorrará $5 dólares con sus «lunas» ecológicas.

Pero si tomamos en cuenta el tiempo y la paciencia para desmancharlas y el jabón ecológico que debe usarse para su lavado, resulta que usted no ahorra ni un carajo sino que sale perdiendo.

Antes que me mate mi novio ecologista y los demás ecologistas del planeta, debo aclarar que la ecología no es cuestión de dinero. Es cuestión no solo de cuidar la naturaleza sino, aún más, de unirse a ella.

Seguro que en el Internet encontrarán el dato de cuántas toallas higiénicas llenas de plástico y químicos, usamos las mujeres del mundo al mes. Deben ser toneladas. Toneladas de material sucio y no desechable que mancha al planeta y lo enferma. Solo por eso, vale la pena entrarle al tema de «las toallas femeninas ecológicas».

Eso sí. Las toallitas no son muy delgadas que digamos. Sobre todo, si usted tiene flujo abundante. O sea que durante su periodo, olvídese un poco de la ropa ajustada y la coquetería a punta de enseñar las formas. Dicen las promotoras que el tiempo de la menstruación deber ser dedicado al propio cuerpo y al relax. Nada de pantalones ajustados, tacos, maquillajes ni minifalditas blancas.

A cambio, dicen ellas, uno se siente tan unido a su propio ser que hasta el cuerpo le avisa el momento en que sangrará para que la mujer alcance a ir a un baño y así no manche tanto sus toallitas y no tenga que lavar tanta «luna». Juro que eso dicen, y lo llaman «menstruacción conciente». Resulta que el sangrado no es por gotas sino por descargas. Y si uno está bien comunicado con el cuerpo, entonces el cuerpo habla.

Por otro lado, las promotoras de estas toallas a nivel mundial, explican que el plástico, los químicos y pegamentos de las toallas convencionales, nos calientan demasiado y nos provocan infecciones y otra serie de males:

http://toallasfemeninasecologicas.wordpress.com/

Yo me he decido a probar por un buen tiempo estas toallas, para comprobar tantas maravillas. Ya les contaré. Pero me gustaría saber cómo le va a una chica de la ciudad que no tenga sol que entre por las ventanas de su edificio para desmanchar sus «lunas», o viva en un pequeño apartamento con otras personas, y no pueda darse el lujo de dejar remojando sus toallitas sucias, por el riesgo a que los otros se mueran del asco y la boten del lugar por «cochina». (La gente es tan antiecológica, que no comprendería que el sangrado es bello y natural, y que una tela manchada es un signo de amor a la Pachamama o madre tierra).

En fin. Estoy segura que cuando la ecología se ponga más de moda en el mundo -ojalá así pase, y no solo sea moda sino conciencia y hábito- los gringos no demorarán en sacar toallas ecológicas desechables y biodegradables. Ojalá, porque a mi novio eso de que yo deje mis toallitas remojando y secando en su patio, está a punto de terminarle con toda su santa ecología.

 

 
 

Etiquetas: , ,

La mágica isla de San Andrés desde la mirada de una bloguera española

Cierre los ojos y respire hondo. Imagine un mar muy azul, transparente. Un poco más cristalino.

Piense ahora en arena blanca, muy blanca, todavía más blanca. La verdad es que este ejercicio lo hice muchas veces antes de viajar a San Andrés, pero no fue suficiente; el mar y las playas en esta isla del Caribe colombiano, de 27 kilómetros cuadrados frente a las costas de Nicaragua, son mucho más bellos de lo que pude imaginar. Este es un lugar que cautiva desde el comienzo.

Buceo y sol en una isla difícil de dejar

Antes de ir a San Andrés, asegúrese de estar preparado para la diversión que le espera en este trozo de Colombia en el Caribe.

Llego a San Andrés de noche con mi hermana Maite y mi sobrino Abe, que han venido a visitarme. Los españoles lo hicieron antes, a principios del siglo XVI, pero con las mismas se marcharon y dejaron vía libre a puritanos ingleses, a sus esclavos y hasta a piratas como Francis Drake o Henry Morgan, que presumieron de tener bajo su control este trocito de paraíso.

España nunca colonizó ni pobló esta isla, pero se la pasó peleando por su dominio y gobierno. El asunto se zanjó en 1795 cuando la corona española accedió a la petición de los británicos de permanecer allí a cambio de someterse a España y a su estructura jurídica.

En 1822, San Andrés, Providencia y Santa Catalina -las otras islas que conforman el archipiélago- pasaron a pertenecer a Colombia y, como nadie les hizo mucho caso, mantuvieron su independencia económica y cultural, y su propio dialecto: el créole.

Pero llega el siglo XX y, con él, el deseo del Estado colombiano de catolizar, civilizar e hispanizar las islas. ¿Y qué hace? Prohibir el
créole en los colegios e imponer el español.

Desde entonces, se vive una lucha constante por la defensa y la reivindicación de los derechos isleños. Luciano nos recoge en el aeropuerto y oigo de su boca mis primeras palabras en créole, esa curiosa mezcla de inglés y español que solo ellos entienden.
Llegamos al hotel. Se llama Cocoplum y está en una de las playas más bonitas y tranquilas de la isla. Lo primero es quitarnos los zapatos y salir a pisar la arena, ver bien de cerca y oler este mar con el que hemos soñado.

El mar es un inmenso espejo; recorro un rato la playa a solas y descalza. A lo lejos, diviso lo que queda de un barco que naufragó cerca y que quedó aquí encallado hace más de 40 años, cuando lo remolcaban. Está pegado a Rocky Cay, esa pequeña isla a la que se puede llegar andando o nadando por un corredor de agua de no más de 200 metros, poco profundo, de aguas transparentes.

Buceamos hasta el barco hundido; hay cientos de peces y corales, incluso pegados al casco. La visibilidad es excelente. Por la tarde, salimos en barco con Mario Fernández, su tripulación y otros extranjeros que han venido de vacaciones. Mario llegó a San Andrés hace más de 20 años y después de tener varios negocios se dedicó a esto de los tours marinos.

Pocos lugares en el mundo tienen un mar como este; no puede ser más azul ni más transparente. Saltamos al agua y, equipados solo con nuestras gafas de buceo y los tubos para respirar, nos comienzan a remolcar muy despacito, cogidos de una cuerda.

Qué espectáculo: vemos peces cirujano, loros guacamayo y azul, ángeles reina y francés, peces globo, lenguados, erizos blancos, corales cerebro, esponjas…

¿Algo más? Seguro, pero vemos tantas cosas en este paraíso submarino declarado Reserva Mundial de la Biosfera que es fácil que se me olvide algo.

Otra vez a bordo, un poco de navegación y un nuevo fondeo, esta vez al lado de la barrera coralina, la tercera más extensa del mundo.

El mar aquí tiene otro azul, más oscuro e intenso, por algo lo llaman el de los siete colores. Buceamos entre corales de fuego y más y más peces. ¡Hasta vemos un tiburón nodriza recostado en una cueva!

Cae el sol. Volvemos a sumergirnos, pero esta vez rodeados de mantas raya que vienen hasta el barco en busca de comida en forma de pan y bonito. Están tan cerca que podemos tocarlas; son suaves.

Regresamos al hotel, deliciosa cena en Miss Celia Restaurante, donde probamos las muelas de cangrejo cocinadas en salsa de cebolla y tomate. No me quiero ir, quiero quedarme en silencio contemplando este mar, esta vegetación, los cayos, los barcos…

Toya Viudes
Para EL TIEMPO  eltiempo.comImagen

 
 

Etiquetas: , , ,

Imagen

Anuario Iberoamericano sobre el libro Infantil y Juvenil 2012 (Comentario del escritor Antonio Orlando Rodríguez sobre Historias de la cuchara)

Anuario Iberoamericano sobre el libro Infantil y Juvenil 2012  (Comentario sobre Historias de la Cuchara, del escritor Antonio Orlando Rodríguez)

Página 19

 La narrativa breve para jóvenes
Como era predecible, las colecciones de cuentos para jóvenes llevaron las de perder y tuvieron una escasa representación, menor que la de los infantiles, en los catálogos. La razón –supongo– debe de estar relacionada con el argumento tantas veces esgrimido por los departamentos comerciales de las editoriales de que«el cuento no vende». Al parecer, por alguna extraña razón las cifras de ventas no se corresponden con el entusiasmo que pareciera despertar en muchos adolescentes el relato breve. Pero atengámonos a los hechos: esta modalidad narrativa ratificó su condición de raraavis.
. Una excepción que sacó la cara por ella fue Historias de la cuchara (Bogotá, Norma), de la colombiana-ecuatoriana María Cristina Aparicio. Siete relatos «sobre historia y buen comer», en los que las recetas de la cocina tradicional se insertan en tramas ambientadas en espacios y momentos históricos disímiles: desde un convento de monjas de Oaxaca en los primeros tiempos del período colonial y el Montevideo de la guerrilla tupamara, hasta el Santiago de Chile del gobierno militar de Pinochet y la Antioquia del narcotraficante Pablo Escobar. Por lo inusual de sus temas, que dan la espalda a los tópicos de la narrativa juvenil al uso (no hay personajesadolescentes, ni sexo, ni anorexia, ni
bullying ,ni estupefacientes, ni mucho menos criatu-ras de ultratumba), esta colección de cuentos hace recordar otra publicada en 1998 por la misma editorial: Cambio de voz, de la colombiana Irene Vasco, un título que, afortunadamente, después de haber permanecido descatalogado varios años, acaba de recuperar Random House Mondadori en Bogotá.
Link del anuario completo:
 

Etiquetas: , ,

Imagen

Permutación de una niña (Antipoema de María Beatriz Haro Carrión, USFQ, 2012)

MARTINA FELIZ (Fotografía de Ma. Cristina Aparicio)

La habitación rosada, el paisaje de princesas y hadas al fondo. Series de juguetes, golosinas, escolaridades y chucherías esparcidas en el suelo. El sol que revienta en las cortinas, la cama desordenada y vacía. Una Martina.

Sentada ella con las manos agarrando una silla

Martina me miente mientras me mira.

Martina miente mientras mira.

Mira Martina mientras me miente.

Me miente Martina mientras me mira.

Martina me mira y me miente

Y se levanta y da vueltas y gira

Martina miente mirando.

Martina mira mintiendo.

Mentiroso mirar de Martina.

Mirante y miradora niña.

Mirar de una Martina mentida.

Y pone un caramelo en su boca y lo desliza

Martina.

Y tuerce el azul de sus ojos y suspira

Martina de mirar mintiendo

Mirantina mentirosa de mirarme

Mentirada martinesca mía.

Martirante y martirosa mentira.

Y muerde con sus labios el borde de su sonrisa

Martinar de mentir mirándome.

Martientir de mirar mintiéndome.

Miradosatina niña.

Martiramentosa ella.

Y se abraza la espalda y la acaricia

Martina mentirosa.

Tinatirosairona.

Martirosa

Y finalmente me mira

Martina

—–

Hasta aquí el poema. Ahora una anotación: María Beatriz -Bía- es una muy joven escritora que estudia Artes Liberales, y que publicó este poema en una recopilación de un taller literario de su universidad.  La Martina del poema es la niña de la fotografía, su hermanita, cuya alegría, ocurrencias y picardía se describen tan bien en este antipoema de Bía. María Beatriz ha ganado ya varios concursos literarios para jóvenes escritores, y cada vez madura más y se hace una mejor escritora. Me encanta su antipoema… todo. Si tengo que señalar solo un verso, escojo este: «Y muerde con sus labios el borde de su sonrisa».

¿Qué es la antipoesía? Una buena definición: «Juego irónico con el lenguaje, olvidar la solemnidad del texto, el Chavo del 8 que elogía a Don Ramón, antifaz literario para expresar lo denegado, hijo bastardo y no reconocido de la poesía, desaprender lo que quieren que escribas, decir con pequeñas palabras cosas grandes, espejo invertido de la norma, respire de la norma, lo que no nos atrevemos a decir, una cachetada de realidad, amarga medicina, sarcasmo al rojo vivo, ruptura. Si es verde, yo te digo que es amarillo y no me importa decirlo porque  es mi verdad y si te fijas con cuidado realmente tiene salpicaduras amarillenta».

Álvaro Alemán, USFQ

 
Deja un comentario

Publicado por en julio 2, 2012 en Fotografías

 

Etiquetas: , , , , ,