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Toallas ecológicas (crónica de usuaria)

Toallas ecológicas

Para empezar, debo aclarar que soy una ecologista novata, en ciernes… aprendiz de ecologista. Todo empezó cuando fui a vivir con mi novio cuasi vegetariano a su preciosísima casa de adobe, en el campo, cerca de Quito, Ecuador. Comencé cuidando una maceta, y luego otra y después otra. Como me gusta la cocina, se me ocurrió aprovechar tanto terreno para sembrar un huerto orgánico (esa es otra historia, porque al inicio no me fue tan en mi cultivo y ahora no sé que hacer con tanta cosecha y me toca andar de santa Teresita de Calcuta) ¡Eso de pasar de ser escritora a ecologista es una cosa muy peliaguda!)

Por acompañar a mi guapísimo novio, en lugar de ir a restaurantes o a centros comerciales, empecé a dedicar mis fines de semanas y feriados a las montañas y selvas. Y para rematar mi camino hacia el ecologismo, ¡me compré un perro!  Se llama Mackenzy, y antes de él, yo no había tenido ningún perro que me ladrara; y es más, odiaba a los perros que me ladraban y mucho más a los que se les ocurría lamerme las orejas o el cachete. Ahora babeo por las babas de Mackenzy.

Es decir que fueron las espinacas, acelgas y Mackenzy los que me llevaron al camino ecologista. Y en una cafetería orgánica y verde de Quito -llamada  Garden´s,- compré un paquete de toallas higiénicas femeninas ecológicas.

Mi primer error fue comprarlas un día en que solo estaba el chef de la cafetería: un muchacho joven y amigable, que sin embargo se puso nervioso cuando le pedí un paquete de esas cosas femeninas.

El pobre no sabía cuáles eran para flujo abundante o liviano o protectores… Y miraba uno y otro paquete, con cara de despiste y algo de vergüenza. Como entraron más hombres al local, y no quería ser yo la avergonzada, tomé el primer paquete que alcancé, lo pagué y me fui con mi sonrojo a otro lado.

Las explicaciones del papelito que venía adentro no fueron suficientes. Era obvio que había que meter las toallas dentro de las «lunas» (o contenedores de tela), pero ¿para qué lado me las colocaba? Las lunas tienen un lado blanco y un lado de alguna tela colorida. Yo tomé justo la opción incorrecta de colocar el lado colorido al contacto con mi piel, porque pensé que así la mancha no se notaría mucho. Además, como la abertura por donde se introducen las toallas no cerraba bien, pensé que la cuestión era que el flujo llegara más rápidamente a las toallas interiores.

Como no me resultaron cómodas las famosas «toallas» ecológicas, acudí a hablar cara a cara con una de las promotoras -en la cafetería Garden´s, un miércoles por la tarde- que me explicó bien el asunto. Uno debe poner las toallas por la abertura que está en el lado colorido de la «luna», pero la piel queda en contacto con la parte blanca y suave. Ok. Entendido.

El asunto del lavado me resultó más fácil de lo esperado. Pero toma tiempo y paciencia. Primero, las «lunas» y toallas, ya usadas, se dejan una noche en agua fría. Luego se lavan con algún jabón biodegradable (si la intención es usar el agua llena de nutrientes de tu periodo, regando las plantitas).

Si las manchas persisten, les pones un poco de jabón y las dejas a pleno sol. Por la promotora de las «lunas», me enteré de que el sol es un buen quita manchas. Y es verdad. Después de puestas al sol, se vuelven a lavar y se secan normalmente.

La promotora dice que con el uso de las «lunas», que no contienen productos químicos, el sangrado es cada vez menor o menos fuerte, y el lavado es más fácil.

Ellas creen -no sé si tienen pruebas- que las toallas comerciales provocan que la menstruación dure más días. El uso de la «lunas» aminora el tiempo. Solo las he usado dos meses, así que no puedo ser objeto de investigación. Ya les contaré.

He usado el agua en que he lavado las «lunas» y las toallitas, y puedo asegurar que, por lo menos, mis plantas no se han muerto, Lo juro ante una Biblia.

También puedo jurarles que un paquete de tres «lunas» con seis toallitas para poner dentro me costó $18 dólares. Es decir, bastante caro. Comprendo que cada «luna» se hace a mano, y hay que cortar las telas, cocerlas, darles los acabados, hacer los empaques -de tela también-, promocionar, comercializar…  Pero las toallas me parecieron costosas porque una mujer en su periodo necesita por lo menos tres toallas diarias.

Estas toallas ecológicas necesitan todo un proceso de lavado, que dura unos dos días como mínimo. Es decir que si usted tiene un periodo de cuatro días, necesitaría por lo menos tres paquetes de $18. Es decir, necesita una inversión de  $54 dólares.  Mi economía no me da para tanta ecología.

Claro que si, como explican sus promotoras, sumamos la cantidad de dinero que la mujer gasta al mes en sus toallas de plástico, con la opción ecológicas se ahorra dinero. Eso parece. Solo parece.

Yo gastaba, exagerando mucho, $3 mensuales. Es decir que en un año y medio habré amortizado mi inversión en las toallas ecológicas. Pero sus promotoras dicen que las «lunas» bien cuidadas duran solo dos años (la vida útil de las toallitas que van por dentro es mucho menor, y hay que comprarlas aparte). Es decir que en dos años, usted se ahorrará $5 dólares con sus «lunas» ecológicas.

Pero si tomamos en cuenta el tiempo y la paciencia para desmancharlas y el jabón ecológico que debe usarse para su lavado, resulta que usted no ahorra ni un carajo sino que sale perdiendo.

Antes que me mate mi novio ecologista y los demás ecologistas del planeta, debo aclarar que la ecología no es cuestión de dinero. Es cuestión no solo de cuidar la naturaleza sino, aún más, de unirse a ella.

Seguro que en el Internet encontrarán el dato de cuántas toallas higiénicas llenas de plástico y químicos, usamos las mujeres del mundo al mes. Deben ser toneladas. Toneladas de material sucio y no desechable que mancha al planeta y lo enferma. Solo por eso, vale la pena entrarle al tema de «las toallas femeninas ecológicas».

Eso sí. Las toallitas no son muy delgadas que digamos. Sobre todo, si usted tiene flujo abundante. O sea que durante su periodo, olvídese un poco de la ropa ajustada y la coquetería a punta de enseñar las formas. Dicen las promotoras que el tiempo de la menstruación deber ser dedicado al propio cuerpo y al relax. Nada de pantalones ajustados, tacos, maquillajes ni minifalditas blancas.

A cambio, dicen ellas, uno se siente tan unido a su propio ser que hasta el cuerpo le avisa el momento en que sangrará para que la mujer alcance a ir a un baño y así no manche tanto sus toallitas y no tenga que lavar tanta «luna». Juro que eso dicen, y lo llaman «menstruacción conciente». Resulta que el sangrado no es por gotas sino por descargas. Y si uno está bien comunicado con el cuerpo, entonces el cuerpo habla.

Por otro lado, las promotoras de estas toallas a nivel mundial, explican que el plástico, los químicos y pegamentos de las toallas convencionales, nos calientan demasiado y nos provocan infecciones y otra serie de males:

http://toallasfemeninasecologicas.wordpress.com/

Yo me he decido a probar por un buen tiempo estas toallas, para comprobar tantas maravillas. Ya les contaré. Pero me gustaría saber cómo le va a una chica de la ciudad que no tenga sol que entre por las ventanas de su edificio para desmanchar sus «lunas», o viva en un pequeño apartamento con otras personas, y no pueda darse el lujo de dejar remojando sus toallitas sucias, por el riesgo a que los otros se mueran del asco y la boten del lugar por «cochina». (La gente es tan antiecológica, que no comprendería que el sangrado es bello y natural, y que una tela manchada es un signo de amor a la Pachamama o madre tierra).

En fin. Estoy segura que cuando la ecología se ponga más de moda en el mundo -ojalá así pase, y no solo sea moda sino conciencia y hábito- los gringos no demorarán en sacar toallas ecológicas desechables y biodegradables. Ojalá, porque a mi novio eso de que yo deje mis toallitas remojando y secando en su patio, está a punto de terminarle con toda su santa ecología.

 

 
 

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